CREANME SI HUBIERA COMENZADO A MATAR TODOS ESTARIAN MUERTOS ( CHARLES MANSON )

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martes, 25 de mayo de 2010

ASESINOS EN SERIE Charles Joseph Whitman


Charles Joseph Whitman nació en Florida el 24 de junio de 1941. Fue el mayor de los tres hijos de Charles A. Whitman, un plomero contratista de Lake Worth, Florida.
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El joven Charlie, en tanto hijo mayor, pronto aprendió que era más seguro hacer lo que su padre pedía, pues de otra manera podían golpear su cabeza o la de su madre. A su vez, aprendió que cualquier muchacho debía conocer y manejar con habilidad las armas, pues si lo olvidaba, su padre se encargaría de recordárselo.
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Whitman llegó a ser boy scout de primera clase a los doce años, una proeza inusual en sí misma, y a la vez tenía la ruta más grande y eficiente de entrega de periódicos de su ciudad. Llegó a ser un pianista aficionado, un jovencito modelo que otros padres ponían de ejemplo a sus propios hijos.
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Poco después, se integró a algunas actividades eclesiásticas. El mundo adoraba a ese apuesto monaguillo, pero desconocía que Charlie ocultaba una historia de horror doméstico: la de un padre dispuesto a golpear a su madre o a tomarla contra él.
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Nadie ponía atención a su manía compulsiva de morderse las uñas, porque dentro de sí sabía que nada de lo que hiciera podía ser lo suficientemente bueno para su progenitor.
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Luego de graduarse de la preparatoria en 1959, Whitman decidió unirse a los marines, donde fue entrenado como francotirador. Su puntería era excelente. En 1964 ganó media beca para estudiar ingeniería en la Universidad de Texas, donde conocería a su futura esposa, Kathleen Leissner, “Kathy”.
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Charles Whitman se destacó como un tirador experto en el Ejército: su padre le había enseñado el manejo de las armas y, sobre todo, le había impuesto una férrea disciplina a través de una violencia inaudita.
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Ex marine, ex boy scout y ex monaguillo, una serie de circunstancias dieron de golpe en la personalidad de ese joven triunfador.
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Una personalidad perfeccionista desarrollada por medio de la fuerza de su padre; la obligación de mantener una escala alta en su último año de estudios en la Universidad; la tirante relación con su madre cuando ella decidió abandonar a su marido que la golpeaba; los trabajos de medio tiempo para solventar sus necesidades financieras; un incipiente matrimonio y, para colmo, un tumor que crecía en su cerebro y del cual él no tenía conocimiento.
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Le comentó a sus amigos la posibilidad de dejar a su esposa antes de comenzar a golpearla, pero lo convencieron de seguir con ella. Habló entonces con Maurice Dean, el psiquiatra de la Universidad, a quien le comentó que se sentía como si pudiera "subir a la torre con un rifle de caza y empezar a dispararle a la gente”. Pero el médico no le hizo caso.
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En 1966, sus padres se separaron tras veintiséis años de matrimonio a causa de los maltratos del padre de Whitman. El 31 de julio de 1966, Charles Whitman se sentó en su escritorio y escribió en su Diario: "No comprendo qué me lleva a escribir esto. Ya fui al psiquiatra. He tenido miedos e impulsos violentos. En el pasado tuve dolores de cabeza tremendos. Después de mi muerte, quiero que me hagan una autopsia para ver si tengo un daño cerebral. Intenté matar a mi esposa después de haberla recogido del trabajo. No quiero que tenga que enfrentarse a la vergüenza que mis actos seguramente le causarán. La vida no vale la pena vivirla".
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Todo se colapsó al otro día. Por la tarde escribió algunas cartas de despedida. Unos amigos suyos lo visitaron en su casa y después se marcharon; lo notaron muy tranquilo. La madrugada del 1 de agosto de 1966, después de recoger a su esposa en el trabajo y regresar a casa, tomó una pistola y fue a casa de su madre.
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En el forcejeo, una de las manos de la madre acabó con los dedos rotos porque Whitman se los aplastó con la puerta; luego la hirió en el mentón; Whitman la tiró al piso y la apuñaló varias veces en el pecho, hasta que su madre cayó al piso. Una vez allí le disparó en la nuca, matándola instantáneamente. La levantó y la colocó en la cama para simular que dormía. Luego limpió las manchas de sangre de la alfombra. Junto al cuerpo dejó una nota acusando a su padre. Además, el mensaje decía: "Amo a mi madre con todo mi corazón".
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Cuando regresó a su casa, agregó a su Diario lo siguiente: "12:30 de la noche. Acabo de matar a mi madre. Si existe el cielo, ella está allí ahora. Si no existe, ha dejado de sufrir". Fue entonces a su habitación y apuñaló a su esposa, quien dormía desnuda, hasta matarla. Agregó a su Diario: “3:00 de la mañana. Madre y esposa, muertas”.
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A las 9:00 de la mañana dejó su casa y compró una carabina de segunda mano .30 M-1. Se dirigió a otra tienda y compró cientos de balas. A las 9:30 estaba en Sears & Roebuck comprando una escopeta calibre 12. Después fue a una tienda de herramientas para comprar una carretilla. Regresó a su casa, donde alteró las armas compradas e incluso se detuvo a platicar con el cartero.
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Posteriormente, el cartero declaró que sabía que lo que Whitman hacía con las armas era ilegal, pero en ese momento no pensó que habría problema alguno. Cerca de las once de la mañana, Charles Whitman sudaba copiosamente. Había terminado de guardar el equipo que consideraba necesario: un par de escopetas, dos rifles, tres pistolas y mil cartuchos, todo ello envuelto en una sabana dentro de una maleta. Y con éstos, doce latas de comida, seis paquetes de pasas, un termo con café, masking tape, una llave inglesa, un martillo, un desarmador, un radio, tapones para los oídos, cerillas, combustible para fogatas, once litros de agua, once de gasolina, un reloj, una linterna, pinzas para colgar ropa, papel higiénico, lentes oscuros. Y, para rematar, desodorante en aerosol y un antídoto para mordeduras de serpientes. Whitman no iba de campamento: se preparaba para la caza mayor. Tomó sus armas (siete en total) y las puso en la carretilla. Se puso dos overoles grises, colocó el armamento en su auto y partió a la universidad.
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Cuando llegó a su destino, la Torre del Reloj de 93 metros de altura en la Universidad de Austin, la temperatura era de 37 grados.
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Whitman condujo su camioneta al elevador de la Torre y caminó hacia Edna Townsley, de 51 años, quien trabajaba en un escritorio. Whitman la golpeó en el cráneo con la culata del rifle, pero no la mató. Tomó sus armas y siguió su camino.
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Pocos minutos después, una familia salía del elevador para subir por unas escaleras hacia la cima de la Torre, cuando Whitman apareció y soltó tres tiros al grupo. Mató a Mark Gabour, de 15 años, y a su tía Marguerite Lampo, de 45, e hirió a los demás.
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Mientras el elevador iniciaba su ascenso hacia el piso 27 de la Torre de la Universidad de Austin, Texas, Whitman descubrió que no podía dar marcha atrás. Se sintió el dueño del mundo y respiró hondamente observando al universo a sus pies, y a los humanos como pequeñas hormigas que pululaban en aquella ciudad triste y agresiva.
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Whitman atrancó la puerta que daba a la cima de la torre y regresó con la recepcionista, a quien le dio el tiro de gracia. Salió al mirador de la Torre, donde halló protección tras el muro de 45 centímetros de espesor que lo rodeaba.A las 11:45, se parapetó en aquella terraza desde donde podía disparar a sus anchas. Cortó cartucho en su rifle Remington. En el ojo de su mente sólo estaba la imagen de su padre. El césped, las paredes blancas, los tejados rojizos del campus habían desaparecido: para Whitman el universo se había reducido a una serie de puntos de colores estáticos o móviles que resaltaban en la hierba y el asfalto. No lo pensó más: el primer disparo atravesó la pierna de un ciclista y el impacto de bala inicial fue suficiente para que la adrenalina fluyera como agua cristalina que en unos cuantos segundos se tiñó de rojo; la víctima era Alec Hernández, de 17 años, quien entregaba periódicos en el campus. Después comenzó a disparar a todo aquel digno de sus balas.
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La primera llamada a la policía fue a las 11:52. En poco tiempo todos los policías disponibles de Austin estaban en la escena. Uno de ellos, Billy Speed, de 22 años, se escondía detrás de una balaustrada cuando un disparo de Whitman lo alcanzó y lo mató. Los puntos en la hierba caían como los patitos mecánicos de un parque de diversiones. La imagen era digna del Apocalipsis: una lluvia de plomo que traía destrucción y muerte aquella mañana del primero de agosto de 1966.
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Como a 100 metros de la escena del drama, un electricista se bajó de su camioneta para ver lo que pasaba cuando recibió un impacto de bala en el mentón que lo mató en poco tiempo.Una de las tácticas usadas por Whitman para matar más gente fue la de usar a los heridos como anzuelo. Cuando alguien trataba de ayudar a una víctima, Whitman le disparaba. Así le sucedió a Paul Sonntag, de 18 años, quien corrió para ayudar a su novia, Claudia Rutt, quien recibió un disparo mientras compraba algo. Cuando se acercó a ella fue aniquilado. Ambos murieron antes de que alguien más pudiera ayudarles.Pero los asesinatos no se limitaron a distancias cortas. Harry Walchuk, de 38 años, estaba a algunos centenares de metros hojeando unas revistas cuando una bala le atravesó la garganta, matándolo. Whitman miraba hacia todos lados, disparando en todas direcciones, lo que hizo que la policía pensara que se trataba de una pandilla disparando desde la torre.
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La mayoría de las muertes ocurrieron en los primeros veinte minutos de la masacre. La puntería de Whitman era mortalmente precisa, atinándole a la mayoría de sus víctimas en órganos vitales, principalmente alrededor del corazón. Los Marines le habían dado buen entrenamiento.La policía abordó un helicóptero para intentar darle un tiro a Whitman, pero treinta minutos después desistió a causa del viento y por temor a que el asesino le disparara a la hélice.
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La policía se dirigió al edificio; tres oficiales entraron en la torre, donde se encontraron con Alan Crumb, antiguo miembro de la Fuerza Aérea, y subieron las escaleras.Alrededor de las 13:20, dos oficiales, Ramiro Martínez y Houston McCoy, junto con Alan Crumb, alcanzaron la cima de la torre para enfrentarse a Whitman. Explicaron que él intentó dispararles, pero ellos se anticiparon, aunque no hubo evidencia de esto.Whitman recibió por lo menos seis balas de la pistola de Martínez, quien le vació el arma. Pero Whitman se seguía moviendo y no soltaba su rifle. Le dieron dos tiros de escopeta en el cuerpo a bocajarro, pero seguía vivo. Finalmente, Martínez le dio un escopetazo en la cabeza, matándolo.Algunas horas después, el nombre de Whitman inundó la prensa. Cuando su padre llamó a la policía para preguntar por la madre y la esposa de Whitman, se le explicó lo sucedido.

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